Hoy ha sido un gran día. Claudia acaba de llegar a la vida. Es la
segunda hija de mi amiga Paula. Su otro tesoro se llama Sofía.
La maternidad, como a todas, la ha cambiado y la
imagen que devuelve el espejo de ella es mucho más felíz y serena.
Cuando me diagnosticaron el cáncer, ella fue a una
de las primeras personas a las que llamé. Se quedó petrificada porque era la
tercera mujer de su entorno que lo padecía. Sufrió como todos los que me
quieren y un día con los ojos llenos de lágrimas me confesó que necesitaba
coger aire antes de hablar conmigo.
Tengo amigos, como casi todo el mundo, de cada etapa
de mi vida, y Paula es la amiga de la adolescencia. Nos conocimos en el
instituto, en la clase de 1º A. Se sentaba delante de mí y aunque al principio no
sintonizamos, a lo largo del BUP, nos fuimos acercando hasta consolidar una
amistad que dura hasta hoy. Hemos seguido caminos diferentes y aunque ella ha
estado viviendo fuera de Asturias, no hemos perdido el contacto y hemos
continuado viéndonos y hablando. Paula ha estado siempre en mi vida, además,
compartimos un amor, Pedro, su sobrino y uno de los niños más maravillosos que
forman parte de mi vida.
A lo largo de estos meses la he llamado infinidad de
veces, algunas para decirle que estaba bien, y otras, las más, para que apagara
mis fuegos. Lo ha hecho muy bien, porque una palabra suya (bueno, unas
cuantas), servían para tranquilizarme y al colgar el teléfono, la mayoría de
mis males habían desaparecido. Era improbable, según ella, que pasara todo lo
que yo relataba horrorizada. Gracias por haberme escuchado, por haberme ayudado
y por combinar la alegría de tu segundo embarazo con la tristeza del cáncer de
tu amiga.
Te querré siempre, Pau. Mucha salud para compartir
con tus niñas y Sergio. Os dejo la maravillosa canción de Pedro Guerra.
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