El shock más absoluto
El miedo, el bloqueo,
el temblor
La desesperanza, la
soledad, la muerte…
Se cumple el peor
pronóstico
Ni en el sueño más
oscuro
Ni en el pensamiento
más intenso.
Parálisis,
el miedo me paraliza
No avanzo,
no llego a la paz
ansiada
No consigo hincharme de
aire que sosiegue mi espíritu
Y me devuelva la
templanza.
Esto fue lo primero que escribí
el julio pasado. Era lo primero que salía de mí para volver de nuevo a mí y
enfrentarme con ello.
Es difícil explicar, yo diría que
imposible, lo que sentí hace un año
cuando en aquella clínica me explicaron que tenía cáncer en un pecho.
De repente todo dejó de tener importancia. El mundo comenzó
a girar en torno al cáncer, a mi cáncer, a mi shock, a mi escepticismo, a mi
perplejidad, a mi miedo, a mi
incertidumbre, a mi resistencia, a mi dolor, a mi locura, a mi autocompasión…
Nada hasta el momento igual de doloroso, igual de intenso,
igual de impactante.
Un año después sigo sin poder leer mi “Diario de una
recuperación”, demasiado pronto para revivir aquel momento que cambió mi vida.
Demasiados recuerdos en la misma época del año, demasiados olores iguales,
sensaciones iguales, ambientes iguales,
momentos iguales, luces iguales, brisas iguales…
He querido titular a la entrada un año de amor porque eso he
tenido este largo, frio y duro año,
mucho amor, del bueno.
Preciosa la vida, maravilloso disfrutar de ella con mis
3H, fantástico tener pelo, increíble no
tener dolores, genial estar sano,
estupendo el verano, las vacaciones,
porque este año sí, este año, nos vamos
de viaje. Salud.
¡Qué nervios al pensar que os tendremos aquí en muy pocos días. Esperamos con mucho amor.
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