Llega
otra vez el 14 de febrero y con este, son tres años los que cumple mi querido
blog, mi querido Tan Dulcemente. Nacido por cesárea, con temor y sintiendo que
algo se arrancaba con su alumbramiento, lo tomé entre mis brazos y lo abracé
contra mi pecho. Llegó a hacerme feliz, muy feliz. Escribir, leer y releer lo
escrito se convirtió en una maravillosa fuente de placer.
Tan
Dulcemente fue mi niño. De familia monoparental creció un hermoso chaval al que
miraba con orgullo y crecía semana a semana, mes a mes, estación tras estación.
Fueron unos meses de absoluta felicidad contemplando su desarrollo. Rápidamente
se convirtió en un adolescente independiente que me pedía volar solo. Sin ser
consciente fui dejándole libertad respondiendo a sus necesidades y a las mías
también. Mi maravilloso chico iba tomando aires de fornido valiente que se
enfrentaba a la vida. Yo lo observaba con ojos brillantes y radiante de
felicidad. Se iba y volvía. Se iba y volvía. Un día cuando todas las señales
habían sido lanzadas, a pesar de que yo solo había recogido unas pocas, miré a
mi hijo convertido en adulto libre y activo. Una nueva etapa se abría ante él y
por ende, ante mí. Recordé entonces los momentos
vividos, lo duro que había sido engendrarte y parirte, pero sobre todo el doloroso motivo que me
había arrastrado a tenerte. Pasaron por delante de mí recuerdos terribles que
había conseguido mantener a raya. Tras una primera película en blanco y negro a
24 fotogramas por segundo, un universo pintado de colores me recordó lo que de
verdad había supuesto para mí la crianza, tu crianza, mi adorado hijo, mi
querido Tan Dulcemente: Más sentimiento y menos hacer, menos decir, menos
pensar y menos juzgar.
Estoy
orgullosa de ti, de tu brillo, de que caminemos juntos, de que vuelvas a mí de
vez en cuando, de nuestro silencio, de que no haya nada que decir en ocasiones,
de nuestra bonita historia.
A un
hijo nunca se le despide ni se le cierra la puerta. A un hijo se le cuida, se
le quiere y sobre todo se respeta sus
momentos. Salud
Tus hijos no son tus
hijos,
son hijos e hijas de la
vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a
través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues,
ellos tienen sus propios
pensamientos.
Puedes abrigar sus
cuerpos,
pero no sus almas, porque
ellas
viven en la casa de
mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser
como ellos,
pero no procures hacerlos
semejantes a ti
porque la vida no
retrocede
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual
tus hijos,
como flechas vivas son
lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero
sea para la FELICIDAD
sea para la FELICIDAD
KHALIL
GIBRAN (1883-1931)Poeta, filósofo y artista, nacido en el Líbano.
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